Con más de veinte libros publicados, Tato Affif encuentra en la literatura fantástica, el terror, las leyendas urbanas, la mitología y las aventuras, los códigos para desplegar un sinfín de historias y personajes que mantienen cautivo a un público que ya no respeta edades. En esta entrevista, el autor de la novela “Los Goblins y la invasión de los territorios australes”, premiada y editada por el FER, detalla cómo construye su universo literario para que la imaginación vuele alto y polinice géneros y públicos tan diversos como los colores de un bosque patagónico.
Por Sebastián Carapezza
Su historia es rara, y quizás eso la haga tan real y especial a la vez. Su biografía marca que Marcelo Carlos Affif, para todos “Tato”, nació en Buenos Aires en 1966, se recibió de abogado y parecía proyectar su vida hacia una senda de sellados, trámites grises y burocracias predecibles. Pero los caminos de los viajes lo llevaron a conocer la Comarca Andina y el hechizo hizo lo suyo. No sabe si hubo pócimas mágicas, brujas o conjuros de por medio. Lo que tiene claro es que sigue enamorado de El Bolsón, pueblo con un corazón creativo inmenso que lo aloja desde hace 30 años, y en el que formó una familia, tuvo varios oficios, y, pasados sus 40 años, comenzó a escribir sobre seres fantásticos.
En 2006, Tato Affif obtuvo el primer premio en la categoría cuento del concurso “Qué nos querrán decir los Dioses”, y en 2008 publicó en forma independiente su primera novela, "Solsticio y el viaje de las hadas, los duendes y el silfo”. Ahí comprendió que eso que estaba irrumpiendo en su vida había llegado para quedarse y que aquellas primeras obras serían solo la puerta de entrada a muchas otras.
- ¿Cómo fueron tus inicios en el oficio de escritor?
- A lo largo de mi vida fui haciendo diferentes cosas que me han servido para subsistir, pero siempre tuve en claro que eran nada más que trabajos. Eso me pasó hasta que comencé esta aventura de ser escritor… Al principio no me daba cuenta de que verdaderamente estaba trabajando cuando escribía, editaba o corregía un texto. Lo mismo cuando iba a una presentación o escribía por encargo. La verdad es que cuando hago todo eso siento que estoy jugando. Fue entonces que encontré la diferencia en concreto entre trabajo y vocación. Entendí claramente que lo había hecho hasta ahí pertenecía al mundo del trabajo para la subsistencia, y que escribir era mi vocación.
Recuerdo que cuando en 2008 comencé mi primera novela, “Solsticio y el viaje de las hadas…”, ni siquiera tenía una computadora propia; escribí a mano hasta que conseguí una. Es que en esos momentos no tenía la certeza de que esto iba en serio; me movía a tientas. Cuando vi que venía para largo, me dije que no podía seguir así y me compré mi primera computadora.
En la actualidad tengo más de veinte libros publicados, contando mi participación en antologías y las adaptaciones de textos. Y el año que viene van a salir libros destinados a las escuelas primarias, en los que, junto a otros escritores de renombre, compartimos cuentos. Eso para mí es una enorme alegría.
La mayoría de mis libros oscilan entre la literatura fantástica, las leyendas urbanas, las historias de terror, las aventuras, la mitología. Es un poco mi rango… en principio apuntando al público infantil y al juvenil, pero con el tiempo me di cuenta que los mayores también me leen. En realidad lo que pasa es que yo nunca dejé de ser un niño; me aburren las reuniones de grandes y las presentaciones de libros… de hecho nunca hice una presentación estándar. Eso de la figura del escritor sentado frente a un escritorio contando su vida, la verdad que no me convence. La última presentación que hice, por ejemplo, fue mediante una obra teatral realizada por chicos de una escuela de un paraje rural, guiados por la profesora de teatro.
- ¿La geografía, el clima y los paisajes que habitás se incluyen en tus obras?
- Creo que el entorno es muy importante para poder generar el lugar donde va a desarrollarse una historia. Yo vivo en un bosque maravilloso en el faldeo del cerro Piltriquitrón, que es un lugar único… Y me voy nutriendo de diferentes cuestiones de la cordillera y sus bosques, que sin dudas están en el tope de mi ranking de los espacios preferidos. La verdad que es un lujo contar con tamaño contexto.
Otras veces me nutro de cosas que son absolutamente aleatorias: una charla con alguna persona, disparadores que surgen en un viaje, una palabra o una situación que encuentro en algo que estoy leyendo en ese momento… Y si bien soy muy poco poético, a veces esas ideas surgen de algún sueño.
No obstante, hay una convicción que se mantiene inmutable a lo largo de mi trayectoria y es que jamás hubiera podido desarrollarme como escritor si no viviese en El Bolsón. Pero la condición de ser un escritor de la Patagonia tiene que ver con que aquí vivo y no con que todos los temas de mis libros estén relacionados con el lugar. Vivir en la Comarca me posibilita escribir, romper fronteras, que mis libros sean leídos en diferentes lugares del mundo y que no se necesite el conocimiento local para entender de qué estoy hablando.
Y a medida que fue pasando el tiempo, si había algo a lo que no quería circunscribirme, era a la idea que tiene que ver con la “regionalidad”, sobre todo para los escritores que vivimos en el interior del país. Esto de escribir de cosas que solo pasan en la región y hablar de sus pioneros y primeros pobladores, me produce resistencias porque siento que nos termina limitando, y hace que nuestro horizonte de lectores muchas veces acabe siendo un nicho. Es por esta razón que si bien utilizo esa temática como eje de mi trabajo, escribí sobre muchas otras cosas que no están directamente relacionadas a ella.
¿Existe entonces una literatura patagónica? ¿Crees que hay denominadores comunes entre sus autores?
- Estoy convencido de que hay características propias de una literatura patagónica, que es muy buena y de gran calidad, con algunos de los elementos que recién mencionaba. Pero hay una cosa que me parece importante tener en cuenta en relación a lo que es la Patagonia y es que esta región es la última que se incorporó al país. Si uno piensa un poco, todas las provincias de Neuquén para el sur eran territorios nacionales, y siempre fueron los de menor densidad poblacional. Entonces es como que al ir incorporándose tardíamente en relación al resto, hay un montón de historias aún pendientes.
Otras regiones del país tienen siglos de antigüedad, como el NOA, Mesopotamia o Cuyo, por ejemplo. Tienen una larga historia con registros que acreditan sus tradiciones, la cultura, sus personajes, etc. La Patagonia es una región nueva, joven, entonces tiene mucha lógica que su literatura tenga que ver con narrar historias de este mismo lugar.
La entrevista ya mutó a conversa entre dos personas que no se conocían una hora atrás y ahora parecen amigos de siempre, cada uno a un lado de la pantalla, ambos acompañados por el mate. Desde hace rato ronda en esta charla el tópico del agradecimiento, del despojarse del ego y valorar el rol y la importancia de otros elementos y personas. Aparece así el papel de la familia, el rol de la compañera y las dos hijas de Tato en una aventura literaria que ya lleva décadas.
- El rol de mi familia es fundamental y le distingo dos etapas. En la primera estaba todo lindo, me acompañaban a un montón de presentaciones y era toda una novedad. Pero cuando esto comenzó a multiplicarse, la cosa para ellas ya no se puso tan divertida… y la verdad es que lo entiendo, y es perfecto que sea así, es lo normal.
Sin dudas para mí fue y es muy importante ese apoyo. Además, mis obras casi siempre pasan primero por una lectura familiar, un filtro despiadado y crítico con el que “asesinan” muchos de mis textos. Ni hablar que cuando viajo, mi compañera se hace cargo de todas las tareas y dinámicas familiares, y ahí sin dudas también está el sostén. Siempre me han acompañado, han estado al lado de mis historias y se han encariñado con unos libros y personajes más que con otros.
- ¿Qué importancia le otorgas al público para producir este género? ¿Cómo se lo interpela?
- Está claro que los escritores sin los lectores no somos nada: nos convertimos meramente en una persona que escribe y guarda sus escritos en un cajón. Los lectores son de alguna manera los que acompañan, sostienen y proyectan a un escritor a diferentes lugares. Esas proyecciones pueden ser más pequeñas o amplias, sostenidas en el tiempo o efímeras. Tengo un montón de anécdotas de gente que se me acerca y me cuenta, por ejemplo, que el primer libro que leyó su hijo fue una obra mía. Y te lo quieren agradecer. Esas cosas te parten, te emocionan y te llegan directo al alma. A los lectores siempre hay que estarles agradecidos porque justamente son los que le dan sentido a lo que estamos haciendo.
Respecto a las maneras para interpelar al público, creo que hay que hacer una división entre lo que es novela y cuento. En la novela uno tiene más herramientas, puede introducir un metamensaje, una idea o un “leer entre líneas”, que el adulto detecta inmediatamente. Cuando trabajamos con cuentos infantiles o leyendas urbanas, es un relato más crudo, en el que vas al grano, se reducen las descripciones y se apunta a tratar de generar el “gancho”. Cada género tiene su propia dinámica.
Con absoluta humildad puedo decir que logré una identificación con un sector de mis lectores que tiene que ver con los chicos. Cuando voy a hacer un “cuentacuentos”, me presento en una feria del libro o voy a una escuela, me doy cuenta que hay una identificación que es casi inmediata. No sé si tiene que ver con el lenguaje, la temática de los cuentos o que yo soy de contextura física muy chica y tengo ciertas similitudes con un duende.
- ¿Cómo es la atmósfera en tus momentos de “cuentacuentos”? ¿Cómo son esas mediaciones?
- La verdad, es algo que no deja de sorprenderme cada vez que ocurre… No dejo de asombrarme porque vuelven aquellos pequeños que vinieron a las primeras ediciones, siguen participando activamente de cada cuento, y terminan siendo cómplices de las historias que vamos desarrollando en cada presentación. Y juntos nos vamos metiendo de tal forma que terminamos generando un clima realmente mágico. Con el tiempo me fui dando cuenta que allí se genera un vínculo fuerte.
Vivimos en una sociedad que es demasiado visual y en la que todo sucede rápido. Entonces siempre me pregunto qué es lo que ve un grupo de pibes en un “cuentacuentos”, qué los engancha para que permanezcan sentados, expectantes. Entendí que en un momento dado lo que escaseaba era lo visual, y ahora es al revés, hay un bombardeo permanente de redes sociales y de videos que duran quince segundos. Entonces cuando aparece algo que no tiene que ver con esa lógica ni esos tiempos, llama la atención.
En mis diferentes publicaciones de Instagran justamente voy mostrando lo que allí sucede: experiencias en las que apagamos las luces y contamos una historia atractiva y de calidad. Hace poco hubo una luna llena hermosa y subí un cuento en relación a eso, acompañado por música, ambientación y todo lo que hago en los “cuentacuentos”. Eso también lleva un gran laburo atrás, porque es toda una producción subir un cuento; a veces hay que grabarlo varias veces hasta obtener una mejor versión.
Pero amo lo que hago y si tengo que entrar en una categoría, sin dudas me autopercibo en esa, como “cuentacuentos”, que en definitiva son los que leen las historias de los narradores. Somos los últimos eslabones de esa larguísima cadena que se remonta al medioevo. En cada “cuentacuentos” se genera un vínculo que se remonta a los juglares, esos personajes que iban de pueblo en pueblo contando historias a los vecinos y pasaban la gorra. Entonces alguien les dejaba una moneda, comían y escuchaban nuevas historias que después replicaban en otro lado, agregándole algo propio. Pero siempre había algo infalible: en el momento en que el contador de historias comenzaba a hablar, todos se callaban. Porque era una época en la que la única manera que uno tenía para enterarse de lo que pasaba en otro lugar era que alguien se lo contara, entonces interesaba saber lo que ese tipo tenía para decir.
Desde la Comarca del Paralelo 42, Tato Affif se proyecta al país. Su producción literaria fue reconocida por el Senado de la Nación; también declarada de Interés Cultural y Educativo por el municipio de El Bolsón e incorporada como material de lectura en escuelas primarias de la localidad.
La novela “Los Goblins y la invasión de los territorios australes” mereció el premio del Fondo Editorial Rionegrino y su edición fue lanzada en 2011 al mercado patagónico. En ese atrapante libro de aventuras, Affif nos remonta a una época maravillosa mostrando que los sueños del pasado forjaron nuestro presente.
- ¿Cómo nació “Los Goblins…”, tu tercer libro?
- Ese libro en particular tuvo un gran proceso de investigación previo, en el que me ayudó mucho mi compañera. Eso fue muy importante porque todos los acontecimientos y hechos históricos que están allí narrados, referidos al viaje de Darwin y a los primeros diez años de vida de los galeses en la Patagonia, son reales y se pueden cotejar en cualquier libro de historia. Esos hechos me sirvieron como para poder tejer la historia de ficción.
Los “Goblins” son unos personajes muy atractivos que, desde una visión mágica, abordan dos legendarios viajes a la Patagonia: el del ¨Beagle¨ en 1833, embarcación en la que viajaba Darwin, y el de la ¨Mimosa¨, que en 1865 transportó a los inmigrantes galeses al Chubut. Lo que ni unos ni otros supieron jamás fue que, en las bodegas de los barcos, también llevaban cargamento extra: los ¨Goblins¨, terribles diablillos provenientes de Inglaterra, desembarcaron cerca del río Chubut, sin que el Capitán Fitz Roy se diera cuenta. Y los ¨Tylwyth Teg¨, trabajadores y bondadosos duendes domésticos, hicieron lo propio siguiendo a las familias galesas.
Este año participé en la feria del libro de Gaiman, y tuve la oportunidad de charlar con los descendientes de algunos de los personajes que aparecen en esta obra. Ahí es cuando uno también toma conciencia de la trascendencia de determinados libros. En particular esta obra me parece muy lograda, tiene un montón de metamensajes. Para un chico es una historia de aventuras en la que puede lograr una identificación con sus personajes, algunos muy entrañables y otros muy terribles, mientras que el adulto puede leer entre líneas un montón de otras cosas dentro de la historia. Esto se pudo lograr justamente gracias a la etapa de investigación y sin dudas quedamos muy contentos con el resultado.
- ¿Suscribís a los que dicen que ser escritor es 90 % transpiración y 10 % inspiración?
- La verdad es que no transpiro tanto. A veces me trabo y en otras ocasiones avanzo tres o cuatro páginas en un rato, es algo aleatorio. Mis métodos no son infalibles y básicamente consisten en partir de una idea y lograr tener toda la historia en la cabeza. Y así voy avanzando de a poco cada día, siempre releyendo y modificando lo que escribí la jornada anterior.
Escribir es un ejercicio cotidiano, que comienza con apuntes en un borrador; luego la historia va tomando forma hasta que se transforma en un cuento, novela o relato dentro de un libro que termina siendo compartido por todos. Los escritores no tenemos una universidad para escritores, lo que tenemos es una biblioteca y no hay escritores que primero no hayan sido devoradores de libros. Porque ahí es donde nosotros realmente aprendemos. La verdad es que si leo algunas cosas que escribí años atrás, me muero de vergüenza. Entonces siempre vas tratando de pulir el estilo, sin perder nunca la frescura.
Hace poco comencé a trabajar una novela. Tenía una idea original que mutó totalmente sobre la marcha. El tema es que cuando ya lo tenés escrito, está bueno poder modificar alguna cosa para que convenza más, pero hay que tener mucho cuidado con las incongruencias argumentales. Hay que releer y ver que no queden cosas colgadas. Entonces en ese trabajo metí mano y tuve que ir para atrás en todo lo que había escrito, para cerciorar la coherencia. Como cuando en la película “Back to the future” mostraban que si cambiabas algo del pasado, se podía modificar tu futuro…
Por lo general tengo una hoja de ruta que estampo en una pared y que utilizo como guía a la que le voy añadiendo cosas. Me sirve como machete para no perderme en la estructura de la historia. Y después viene el ensayo, error y la corrección, que desde mi punto de vista es lo más engorroso de todo el laburo, ya que muchas veces lleva más tiempo que el proceso de escritura en sí mismo.
Pregunto a Tato si hay alguna posdata que quiera agregar a la entrevista y es él quién se pone el traje de entrevistador y reclama efusivo:
- ¿No me vas a hacer ninguna pregunta sobre fútbol? Es que hay cosas que parecen establecidas, como una que sostiene que si una persona realiza una actividad cultural está disociada de lo popular. Y no es así. Soy escritor y extremadamente futbolero. No soy solo hincha, soy casi socio vitalicio de River, con quien tengo una historia de amor. Y por supuesto que en varios de mis libros aparece algún pequeño detalle, algún mensaje subliminal, que tiene que ver con el equipo de mis amores.
El tema fútbol, como suele suceder, se instala. A Tato le brillan los ojos, gesticula, y mueve los brazos como solo un hincha sabe hacer. Le digo que soy de Vélez y me hace un pedido futbolero que quedará entre nosotros. Me animo a un paralelismo y pregunto con quién se identificaría si fuera jugador de fútbol, de acuerdo a sus características técnicas y físicas. Nos reímos porque adivino enseguida, recordando a un legendario marcador de punta millonario. Usamos las mismas palabras, ponemos en juego las mismas metáforas, aunque llevamos diferentes colores. A propósito de sus referentes, indago sobre los literarios y nuevamente surge una devoción:
- Tolkien es el creó el género y todos los que escribimos literatura fantástica simplemente gateamos detrás. La literatura argentina y la latinoamericana en general, tienen algunas temáticas a las que les son esquivas y esta es una. No abundan escritores de este género. Por ahí tenés algún cuento de Borges o un realismo mágico de García Márquez, pero no es un territorio muy afín. Sí tenemos un escritor argentino, Manuel Mujica Lainez, con una novela increíble llamada “El unicornio” que está ambientada en la época de las cruzadas y tiene una trama con unas descripciones absolutamente fuera de lo común. Es una novela de aventuras donde el protagonista tiene que conseguir el cuerno de un unicornio y yendo detrás de eso, atraviesa la mitad de Europa. Si tuviera que nombrar un autor argentino en este género, sin dudas sería él.
Ciclo Somos │ Coord. y edición: María Eugenia Aliani - Entrevista: Sebastián Carapezza