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"Escribir siempre fue algo que me fascinó y por supuesto lo sigo haciendo"

El Fondo Editorial Rionegrino continúa con su recorrido por las distintas regiones de la provincia y en esta ocasión desembarca en la Zona Andina en un encuentro con el escritor bolsonense Jorge Honik.

Fecha: 2 de noviembre de 2022
Somos Montaña Entrevista a Jorge “Cuqui” HonikCrédito: Gentileza del autor

Por Sebastián Carapezza

Jorge “Cuqui” Honik es un artista multifacético, imposible de encasillar. En una sola vida se las arregló para ser referente en cine, música y literatura. En esta entrevista hacemos un recorrido por las variadas experiencias de este hacedor bolsonense,  incluyendo sus inagotables viajes y sus múltiples creaciones, entre las que cuentan dos libros editados por el FER.

Domingo diáfano en El Bolsón. Ajusto coordenadas en el google maps y encaro la cuesta por la ladera del cerro Piltriquitrón que, hermoso como siempre, se eleva imponente en los cielos de la Comarca Andina. En Mapudungun, el nombre de este cerro significa “colgado de las nubes.” Hacia allí me dirijo, a encontrarme con el entrevistado en el corazón del barrio Villa Turismo.  

Minutos después veo una casa que concuerda con la descripción que Jorge hizo telefónicamente: techo de tejas grises, lado izquierdo de la calle, sobre una esquina. Bajo del auto y enseguida me impregnan olores y colores de una primavera bolsonera que explotan los sentidos y marcan su vívida presencia. Todo late, todo germina bajo este sol de octubre.

Se abre la puerta y sale Jorge, rigurosamente despeinado por sus canas al viento. Su mirada abraza al instante, transmite, atrapa, contagia e invita a ser parte. Nos sentamos en el sillón del living y lo primero que me sorprende es que todo en este ambiente respira arte. Cuadros varios, fotografías propias, media docena de guitarras y otros instrumentos musicales, infinidad de discos, metros cuadrados de películas y, sobre todo, muchos libros. 

Jorge me cuenta que justo estaba escribiendo un cuento que tiene pendiente para el taller literario del día siguiente. Lo dice como si escribir o terminar un cuento fuese algo tan natural como hacer un guiso o cortar el pasto. Algo cotidiano y corriente. 

En los retazos iniciales de la charla, que oscila entre conocidos en común, el clima y el calamitoso estado de la ruta 40, le pregunto por qué piensa que lo convocamos para esta entrevista. “Creo que porque fui jurado y tengo algunas publicaciones que fueron editadas por el FER. Considero que tengo una trayectoria constante en relación a los cuentos y mucho trabajo relativo a dramaturgia… Y así, sin darse cuenta, uno de a poquito se va haciendo conocido. A su vez, tengo mucho acercamiento a la música, y una actividad artística fuerte que ha permanecido hasta mis actuales 83 años. Es que vivo en El Bolsón desde hace 45 años, y antes residí otros años en Bariloche… así que tengo medio siglo viviendo en esta provincia y creo que eso se va acumulando”, confiesa con sonrisa socarrona, como burlándose del paso del tiempo.

- ¿Cómo te definirías? ¿Cuál de todas estas vetas artísticas que desarrollás tiene más peso?

- Es difícil porque me entusiasman todos los proyectos creativos. No me gusta decir que soy escritor, músico o cineasta. Me gusta decir que escribo, que hago música y cine. No quiero encajonarme en un epíteto.

Por ejemplo, en este momento estoy con las tres disciplinas que menciono: en principio formando un grupo de jazz con voces femeninas; por otro lado, estoy escribiendo bastante; y por último con una película de animación llamada Cerro Fuselaje en la que hago la música. Este largometraje está basado en un cuento de mi autoría titulado Títeres, que transcurre en un paisaje de estepa, en un invierno tan gélido como real.

Por eso me resulta difícil decir qué es prioridad, porque todo es prioritario. Es cierto que escribir fue mi punto de partida, allá a mis 12 años, cuando quemé en forma heroica aquella novela, para cumplir esa fantasía romántica del autor que incinera su propia obra. Escribir sin dudas siempre fue algo que me fascinó y por supuesto lo sigo haciendo.

Tal como relata, desde temprana edad Honik escribe, alternando la narrativa con la dramaturgia. Finalizados sus estudios universitarios en Farmacia, viajó extensamente por Europa, África, Asia y América, alternando períodos de arraigo con otros de tránsito, en un recorrido de diez años cuyas imágenes se cuelan inevitablemente en cada una de sus creaciones, sin importar el soporte. 

- ¿Qué aportan los viajes a tu proceso creativo?

- Tuve la suerte de haber viajado mucho, sobre todo por África en la década de los 60. Recorrí prácticamente todo el continente. También hubo varios otros periplos memorables: años después de estar en África, fui por tierra desde Roma a India, y permanecí más de un año. Otro gran viaje que atesoro es aquel en el que fui en automóvil desde Bariloche hasta EEUU; un periplo fantástico que duró año y medio. Y aún sigo viajando: regresé hace poquito de navegar el río Amazonas por el Mato Grosso, durmiendo en hamacas y comiendo lo que servían en las embarcaciones que lograba abordar.

Cada uno de estos viajes me nutre fundamentalmente de imágenes. Porque permanentemente siento que lo que escribo tiene mucho que ver con la imagen, por eso me gusta tanto el cine. Personalmente soy muy permeable a los paisajes geográficos y humanos que tenemos alrededor, y estoy muy atento a las cuestiones visuales que me atraviesan. Siento que lo que escribo se traduce en imágenes y viceversa, que es lo que en definitiva sucede con la película que estamos haciendo, Cerro Fuselaje 

Por otro lado, estos viajes sin dudas son experiencias que implican estar en lugares muy expuestos, que no son habituales. Creo que son vivencias que permanecen para siempre. Uno también puede tomarse un crucero y estar en una isla griega y está fantástico, pero en lo personal eso no me interesa demasiado: aunque muchas veces se padece, me interesa más otro tipo de viajes y los sigo haciendo con gusto a esta edad.

- Después de viajar tanto, elegiste radicarte en la Comarca Andina. ¿Qué encontraste en este lugar a la sombra de los Andes?

- Después de tanto viaje volví a ver a mis padres que ya estaban viejitos. Ellos fueron siempre muy entrañables y propiciaron mis viajes sin un solo reproche. En esos momentos, había estado viviendo en los Himalayas y cuando regrese quería seguir reeditando esa experiencia en las montañas. Por ese entonces me propusieron venir a la Patagonia y cuando la visité, sin dudas que me enamoró.  Esos eran años donde la dictadura azotaba el país y mis mejores amigos se vinieron a vivir a El Bolsón, así que finalmente me afinqué en estos pagos siguiéndolos a ellos. Aquí enseguida nació el primero de mis cuatro hijos y comenzamos con un plan familiar en estas tierras. 

Cuando llegué a El Bolsón, la comunidad artística en general tenía más talento que profesionalismo, que son dos cosas diferentes, algo que en la actualidad se está modificando. Sin dudas este lugar es un cuerno de la abundancia: todos saben hacer algo relativo al arte. Los espacios culturales están siempre llenos, hay mucha demanda y producción de contenidos literarios o musicales. 

La Comarca evidentemente es un lugar que tiene algo especial. En realidad, la Patagonia en general, al ser tierra de nadie es de todos. Hoy no podría concebir vivir en un lugar donde exista una cultura ya establecida, con tradiciones arraigadas. A la Patagonia, sobre todo en aquel entonces, uno la podía poblar en presencia y con la imaginación. Por ejemplo, la estepa siempre ha sido un escenario fantástico para escribir personajes e historias para cine, ya que tiene un atractivo y potencial tremendo en el que el paisaje está dentro de la gente y la gente es paisaje.                                          

Trazos, personajes y obras

Desde su llegada a estas tierras, Honik ejerció la docencia en artes y en ciencias exactas, actividad que alterna con la literatura, el teatro, la música y el cine. Además de coordinar talleres sobre este último arte en escuelas secundarias de Río Negro, obtuvo premios literarios, y tiene publicaciones a nivel provincial y nacional, entre las que se cuentan dos libros editados por el FER: La Selva Iluminada (2006) y La apariencia humana (2021).

- ¿Cómo gestaste La selva iluminada?

- En esa época tenía bastantes cuentos escritos, así que elegí una docena y los envié al concurso, y finalmente fueron seleccionados para ser publicados en el 2006. Esos cuentos son resultado de experiencias personales… todo cuento de alguna manera es autobiográfico: todos tienen una impronta de lo que se vivió, tanto los personajes como los paisajes.

“Esta historia transcurre en dos dimensiones. O mejor en tres, sólo para quitarle al dos su carácter unívoco y ampliar los límites de la improbabilidad. Un ánima joven se aproxima y le dice sin voz: ´Por favor el camino a Cushamen que se nos ha perdido’. Pero el hombre no puede escucharla ni verla, estando como está al otro lado del transparente límite que separa lo visible de lo invisible”, resume la contratapa del libro, en el que la frontera entre lo real y lo mundano se diluye en las aguas de la ficción.

Afuera el día está cristalino. Calmo. Una de esas increíbles tardes otoñales patagónicas. Solo los pájaros se escuchan como sonido ambiente, como banda de sonido de esta charla.

-¿De qué manera se cuelan los personajes en tus obras?

- Los personajes a veces son personas que veo arriba de un colectivo o en el banco de una plaza, y comienzo a imaginar cómo viven, de dónde vienen. Otras veces utilizo personajes que ya existen y los voy transformando, desarrollando con el tiempo. 

En lo personal creo mucho en la copia, básicamente que todos los artistas copiamos de algún lado. Picasso decía que todos copiamos, pero que como lo hacemos mal, terminamos siendo originales. Todo viene de algún lado, y todos estamos influenciados por algo. Además están todas las personas internas que llevamos dentro: el malo, el buenito, el histérico, el cruel. Algunos autores manifiestan una verdadera guerra dentro suyo, ya que los ponen uno frente a otro, haciendo que choquen en forma catártica y saludable a la vez.

En ese instante, Honik parece recordar algo y va en busca de su libreta, en la que - confiesa- anota todo tipo de cosas. Sosteniéndola en el cuenco de la mano, busca entre sus páginas pequeñas esas oraciones que le vinieron a la memoria. “Es de María Elena Walsh”, aclara. Y luego recita: “No necesitamos ser monjes ni damas de la nobleza, y si pertenecemos a una cofradía no es la del poder ni la del dogma, simplemente hemos sido elegidos por los libros desde temprana edad”. La dice casi sin mirar la libreta, como si solo necesitara tener esa frase en las manos para poder enunciarla. Aprovecho la sorpresa del descubrimiento de ese espacio gráfico impreso e indago acerca de sus formas primarias de registro de ideas para fijar conceptos o atar imágenes y frases de la vida cotidiana.

- ¿Tu primer trazo siempre es a mano?

- Mi proceso creativo en general es el siguiente: tengo la historia general en la cabeza, y puede pasar ahí dando vueltas un largo tiempo. Una vez que está, la escribo muy rápido, en cuestión de días. El trabajo de escribir sobre todo a mano es algo arduo y, cuando uno escribe, sin dudas que improvisa. Después viene el duro oficio de corregir; ahí el uso de la computadora es genial porque realmente ayuda y marca cuestiones puntuales pertinentes. Pensar que todavía recuerdo cuando usábamos el papel carbónico...

Volviendo al proceso creativo, siempre hay una imagen generadora que se va materializando en personajes, y una parte irradiante en la que esos personajes se comunican con otros y se empiezan a dar conexiones, y así la historia comienza a abrirse. Después viene el trabajo de corregir todo eso. 

Es que hemos vivido dos épocas claramente diferenciadas: la era analógica y la digital. Y muchos de los escritores actuales, o por lo menos de mi generación, trabajan en los dos formatos, tenemos un pie en cada una. Antes se manejaba materia y ahora se maneja información. Sin embargo, lo analógico aún me resulta fundamental porque creo que es una cuestión artesanal única. 

La cultura es la sonrisa

El fin de una época también se dio hace un puñado de años, con la pandemia que nos tocó vivir en primera persona. Pregunto a Jorge si pasó el encierro del COVID en esta casa y cómo impactó en su vida literaria. “Por suerte me tocó atravesarlo en este lugar mágico, al aire libre, con la montaña aquí cerquita, así que no me afectó mucho el encierro. Costó respecto a lo que es trabajo en equipo, reuniones creativas y colectivas, por las restricciones que existían. Por ejemplo, pertenezco a un grupo de escritores que se junta semanalmente hace 30 años a compartir sus creaciones y proponer dinámicas y determinadas consignas. Y eso no se pudo continuar y, sin dudas, se extrañó en aquellos momentos en los que no se podía presentar nada en público… cuando lo intentamos, tuvimos que suspender sucesivamente las posibles presentaciones”. 

En ese contexto nació su libro de dramaturgia “La apariencia humana”, publicado en 2021 por el Fondo Editorial Rionegrino (FER). “Me gusta agarrar los personajes, meterlos en un contexto y ver qué pasa”, resume sobre el espíritu de esa obra. Le pido a Jorge que me cuente su mirada sobre el FER y reflexiona: “En general, en muchos países la educación está por el piso y la cultura en el subsuelo. Sin embargo creo que esta provincia es la excepción, ya que siento al Estado muy presente en cuestiones culturales, de fomento y apoyo a los artistas, sobre todo en cine, teatro o literatura. Sin dudas que la presencia del FER es un apoyo fantástico a los escritores de la provincia, a la literatura en general y me fascina su existencia y continuidad a través de tantos años”.

- Sin embargo, la mitad del país no lee. ¿Qué hacemos con eso?

- Eso es terrible. El otro día escuchaba a un periodista que aseguraba que el léxico de un chico de los barrios populares ronda las 200 palabras. Los adultos estamos usando en promedio cerca de 4.000, mientras que un escritor como Cervantes tenía un léxico de unas 26.000 palabras, por ejemplo. Estamos perdiendo el lenguaje. El celular y la computadora hacen que la escritura se haya transformado en eso. Se perdieron el acto físico y formas de escritura como la cursiva, por ejemplo. Ni hablemos de caligrafía. Supongo que habrá que adaptarse a la evolución de los tiempos, pero en lo personal no me parece que sea algo bueno.

- ¿Qué libros recomendarías?

Dentro de la literatura hispanoamericana, un libro que recomiendo porque es absolutamente genial, es Zama de Antonio Di Bendetto. Es uno de los que más rescato dentro de la literatura argentina. Sin embargo, me resulta difícil sugerir algo contemporáneo ya que últimamente estoy leyendo clásicos que siento que ya debería haber leído a esta altura de mi vida. Hace poco volví a El Quijote, El Fausto y Ulises, y me volaron la cabeza. Al estar muy dedicado a obras de dramaturgia, sinceramente no estoy muy embebido de lo que está pasando en la actualidad respecto a nuevos autores. Igualmente, los que más me gustan son el chileno Bolaño y Murakami. Todavía sigo leyendo a Borges, al cual considero un verdadero extraterrestre y me sigue impactando la maravilla de sus obras. 

Personalmente el escritor que más me ha pegado es Kafka, un autor que directamente se convirtió en adjetivo. Cuando alguien dice que algo es kafqueano, todos saben qué quiere significar eso. Es único. Hace un retrato de lo humano tremendo.

- ¿Cómo está posicionada la cultura argentina respecto a  otros países del continente?

- Creo que el nuestro es un país donde germina mucha creatividad. Hay buen cine, literatura, pintura, música… y de lo más variado. A nivel continental, nuestro país se destaca y está muy bien visto. Todo lo bueno que puede haber en la vida está ahí, y lo mejor del ser humano viene de la cultura. Ojalá que los próximos gobiernos que asuman no apunten a cercenar algo que ya está disminuido y herido. 

Si bien concuerdo que toda crisis posibilita una nueva oportunidad, eso tampoco significa tirarse al vacío y que afecte a la educación y a la cultura, porque no tengo la menor duda que esas son las cosas que hacen que un pueblo tenga pujanza y desarrollo. Nuestros artistas, a pesar de todas las crisis que les ha tocado vivir, no se ahogan fácilmente porque el poder que tienen dentro suyo es enorme. 

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